¡Acercaos, buenas gentes, las palabras de este peregrino a escuchar!
Si Dios guarda vuestros corazones, durante años las podréis disfrutar.
Vengo de Roncesvalles, por el camino Xacobeo andando,
E increíbles historias quiero a vuesas mercedes contar.
Hazañas y leyendas por aldeas y pueblos voy cantando.
Maravillas desconocidas que nadie se puede explicar.
En el año del Señor de 1837 aconteció un hecho extraordinario
que ha pasado de padres a hijos,
hasta llegar a mis oídos.
Escuchad con atención la historia de un borrico,
pues para saber a dónde vamos
hay que saber de dónde venimos.
¡Galicia!, tierra de penumbra,
vio nacer en su seno
un cura de muchas luces.
Era hombre culto y resabido,
por la mano de Dios tocado.
Mas quiso la fortuna
ponerlo en un apuro.
Estaba el pobre cura
en la Ría de Arosa perdido.
En una isla desierta,
donde la muerte acecha.
Tierra pobre y árida
donde sólo había unos pocos pinos.
Iba el capellán en un burrito,
para tan gran hombre poca montura,
aunque sabia y llena de cordura.
El pobre animal, de tiñas y mataduras,
tenía cubierta su piel dura.
Tal era su lamentable estado
que el cura decidió abandonarlo.
Mas, al ser hombre de iglesia no quiso matarlo.
Así fue como el cura con ojos lagrimosos
abandonó el burro entre rastrojos.
Pasados unos meses el capellán volvió a la isla
para dar al burro cristiana sepultura.
¡Cuál fue su sorpresa al ver que corría
y que todas sus heridas tenían cura!
Arrodillado dio a Dios gracias
por la milagrosa curación.
Mas cuando estaba por la sexta oración
vio al burro en un charco revolcado.
Al principio creyó que era pecado.
Acercóse a exorcizar el animal
y vio que no era Belcebú,
ni falso, ni tabú,
sino una ciénaga salutífera
la que sanó a la criatura.
¡Los caminos del Señor son inescrutables!
Aquella tierra triste y desolada
se convirtió por hechos inexplicables
en alegre y fecunda.
Aquí acaba la narración de esta hoja,
la de una isla que hizo historia
al estar tocada por la gloria
conocida de todos por el manantial de La Toja.
Y así, por casualidad, aquella árida y deshabitada isla se convertiría en una tierra llena de vida.
El interés que despertaron sus saludables aguas hizo que en 1899 se abriera el primer balneario de La Toja.
Desde entonces, gentes de todo el mundo acudieron para beneficiarse de sus poderes curativos. Del manantial se envasaron las aguas minerales, los lodos y las sales naturales, para trasladar el tratamiento termal fuera de la isla.
El nuevo siglo trajo consigo grandes inventos que cambiaron la vida cotidiana. A partir de entonces, el aseo personal se convertirá en un hábito común y el jabón, en la estrella del baño.
En 1904, La Toja crea su primer jabón, preparado a base de aceites vegetales, substancias balsámicas y Sales Minerales de La Toja, para que todo el mundo pueda disfrutar de las propiedades termales de La Toja en sus hogares.
Los felices veinte dan paso al refinamiento de la higiene y la cosmética.
Desde Hollywood llegan aires de seducción y el glamour de la gran pantalla se apodera del mundo entero.
Toda la familia quiere imitar a las grandes estrellas de cine y se extiende el uso de perfumes, colonias, cremas y dentífricos.
Incluso el hombre quiere hacer gala de una piel cuidada y se pone en manos de La Toja y su nueva gama de productos para el afeitado.
Los sesenta traen consigo una revolución social. Minifaldas, pelucas y maquillajes invaden las calles. El ideal de belleza ha cambiado y, con él, la cosmética alcanza su punto álgido.
Una piel limpia e hidratada es una piel bella, por lo que el jabón, el agua y la crema hidratante pasan a ser imprescindibles en el cuidado del cuerpo.
En 1955, La Toja crea el jabón Magno, el primero con propiedades cosméticas. Todo en él es diferente: su forma, su color y su fragancia.
La falta de tiempo y las prisas acompañan la llegada de los setenta. La higiene diaria se ve modificada por esta nueva forma de vida y el gel y la ducha desplazan al jabón y el baño. En 1979, La Toja crea su primer gel, Magno.
Para escapar del estrés, las nuevas generaciones de los ochenta buscan refugio en la naturaleza. El interés por la ecología y el medio ambiente lleva a la aparición de productos con componentes naturales; entre otros, nacerá el gel de Sales de La Toja.
El frenético ritmo de vida actual ha creado la necesidad de conseguir tratamientos que garanticen el bienestar físico y mental. Nuevos productos con propiedades termales se apoderan del baño en nuestros días.
Hoy, cien años después, se siguen extrayendo del manantial de la Isla de La Toja las Sales Minerales de los productos de La Toja, para que todos podamos continuar disfrutando del placer y el cuidado del balneario, en casa.